viernes, 30 de septiembre de 2011

Historias truculentas de la historia de Francia: Bertrand du Guesclin



Dice el refrán que de bien nacidos es ser agradecidos y es lo que debió pensar el rey Carlos V de Francia cuando decidió que su fiel caballero Du Guesclin reposara, como su perro fiel, a sus pies en la magnífica tumba que se estaba construyendo en Saint Denis. Le concedió un honor que podríamos considerar regio, descansar en la abadía junto al resto de monarcas que ya la habitaban en el siglo XIV. Pero seguramente el bueno de Du Guesclin hubiera preferido descansar, tal y como pidió, en su Dinan natal, en Bretaña. Así contado parece una cuestión de preferencias, pero la historia del pobre (por llamarlo de algún modo ya que debía ser una mala bestia), condestable bretón tiene mucha más madeja que desentrañar. Comencemos por contar quien era este buen hombre.
Bertrand du Guesclin nació en 1320 y fue famoso en su tiempo como uno de los mejores condestables, algo así como un general a sueldo, de Francia. Otro de los rasgos de su fama fue su fealdad, tan destacable como su bravura hasta el punto de que su divisa era “Le courage donne ce que la beauté refuse”, el coraje, el valor, da lo que la belleza niega. Y el que quiera entender que entienda, pero no es descabellado pensar que quizá el condestable era parco en palabras con las doncellas.
Batalló a diestro y siniestro para todos los reyes que le quisieron contratar. Recordemos que en aquella época gran parte del territorio de Francia pertenecía al reino de Inglaterra y que el rey de Francia era más pobre que el duque de Bretaña y tenía en su reino menos tierras propias que el rey de Inglaterra. Du Guesclin se gano la confianza del nuevo rey Carlos V gracias a su valor desmedido que no temía a las heridas ni a ser hecho prisionero, como de hecho lo fue varias veces. Y varias veces el rey pago su rescate, es evidente que por su gran valía. Lo que es incomprensible (salvo que valiera más vivo que muerto), es el por qué sus enemigos no lo eliminaron la primera vez que lo cogieron prisionero. Guerreando nuestro hombre llega a los 60 años, que es una edad de respeto para un guerrero del año 1380, y como suele ocurrir, con la vejez llegó una gran decepción: Carlos V se apodera de la tierra natal de Du Guesclin, Bretaña y el condestable se niega a combatir a sus paisanos retirándose a Pontorson. Parecía haber desaparecido de la vida pública cuando se suma de nuevo a la guerra contra el inglés y reaparece en el  sitio de Châteauneuf-de-Randon donde tras larga batalla se hartó de beber agua fría y murió de un colapso pulmonar.
Se acabaron las penalidades para el condestable. ¡Ay!, no habían hecho más que empezar.  Tuvo la mala pata de morirse a mediados de julio en una época de fuertes calores y como había expresado su deseo de ser enterrado en Dinan, su cuerpo debía cruzar media Francia. Había que hacer algo con el cuerpo para que soportara tan largo viaje. Se les ocurrió marinar el cuerpo, según una rústica receta, unas horas en vinagre, y se pusieron en camino hacia el norte. Tras diez horas de viaje cuando llegaron a Le Puy se dieron cuenta de que a pesar del vinagre el condestable olía, y olía bastante mal. En Mans, a donde han llegado por el río, un oficial del rey llega con la orden de llevar el cuerpo a Saint Denis así que el cuerpo es entregado al emisario. Al día siguiente por la mañana constatan que no es posible continuar viaje en esas condiciones y son necesarios nuevos cuidados así que lo sacan de la caja, le abren el vientre en canal, sacan el corazón que es encerrado en una caja de plomo y emparedado en la capilla y las entrañas son enterradas en la iglesia de los Jacobinos. Para terminar embalsaman el cuerpo.  Al día siguiente se ponen de nuevo en camino y cuando llegan a Montferrand el embalsamamiento resulta insuficiente ya que el condestable apesta,  huele cada vez peor: Así que traen un gran caldero en el que hierven al pobre Du Guesclin,  para separar el esqueleto de la carne, y entierran  las partes blandas en la iglesia, entregando el esqueleto al emisario del rey que sigue camino a París. Como los huesos hacen mucho ruido llenan los huecos de la caja con lana, y lo que quedaba del condestable es enterrado en Saint Denis a los pies de la tumba de Carlos V como si fuera su hijo. Por cierto que el rey no tardó mucho tiempo en reunirse con su fiel vasallo, ya que murió tan solo unos días después. Seguro que a él lo embalsamaron mejor.

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