Si lo pensamos fríamente Tintin es un personaje muy plano. Es tan solo un arquetipo, un símbolo de la aventura. No sabemos casi nada de él. Lo que nos fascina de Tintin es su inmensa libertad: un eterno adolescente sin padres, ni pasado, ni obligaciones, ni siquiera obligaciones profesionales (Sabemos que es periodista y nadie le ha visto escribir una línea).
De Tintín nos atrae el modo en que se sumerge en la aventura sin mirar a los lados ni encomendarse a nadie. Le basta rastrear la pista de un tesoro o saber que un amigo está en peligro en el otro extremo del planeta y la aventura echa a rodar.
Mi generación no fue la primera que se inició en la lectura con Tintin, recordemos que el personaje va a cumplir ochenta, sentíamos una atracción especial que todavía hoy los niños sienten por ese muchacho del flequillo rubio, por las aventuras fabulosas en las que se ve envuelto. En pocos días llega a las pantallas la nueva aventura cinematográfica de nuestro héroe y ya nos estamos relamiendo los labios pensando en lo que nos promete el tráiler: un torrente de emociones y un regreso a la aventura por la simple aventura.
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