domingo, 19 de febrero de 2012

Soirée Karaoke

Soirée Karaoke au camping
Mi amiga Ana me acusa, no sin razón, de que los contenidos de este blog pecan de intelectualoides. Por otro lado mi amigo Pedro, todavía con más razón, dice que la única manera de conseguir más seguidores y aumentar el número de entradas sería poner fotos de chicas desnudas. Tampoco le falta razón. Creo que por el momento voy a darle el gusto a Ana (muy a mi pesar) y a darle a este blog un toque más popular. Ana pide insistentemente que hable sobre los karaokes en Francia. Considera que mi cruzada por la difusión de la cultura francesa será en vano si no divulgo el conocimiento adquirido a base de viajar repetidamente a Francia. En esos viajes hemos podido conocer las maravillas de la cultura y la gastronomía a las que somos todos nosotros tan aficionados, pero también hemos tenido encontronazos con ciertos aspectos del país vecino y quizá el más terrible sea, sí admitámoslo, las soirées de los campings.
En el año 2006 viajamos a Perigord. La región (que se merece en desagravio tras este comentario una entrada que hace tiempo tengo en mente), nos acogió con los brazos abiertos y pasamos en ella unas vacaciones fabulosas en las que salvo la climatología todo nos acompañó. Al llegar al camping la señorita de la recepción nos anunció con su mejor sonrisa al ver nuestra nacionalidad que estábamos de suerte, ya que esa misma noche se celebraba la soirée espagnole, es decir la velada temática española. Consistía, como pudimos comprobar, en una paella (léase paela) suponemos que terrible evidentemente no la probamos, y un karaoke en el que se perpetraban todos los clásicos del folclore más horripilante: del Porrompompero al Que viva España pasando por Mi carro. Como mágico fin de fiesta los auténticos Gipsy Kings con su Volare. Para algún señor de Grenoble o Niza en España todavía no se pone el sol y llega nuestro territorio hasta los Apeninos. Nos reímos bastante por no llorar.
Johnny Hallyday
Pero la experiencia más genuina de hasta dónde llega la pasión gala por los karaokes es sin duda  verles cantar enfervorecidos y corear con una sola voz las canciones de Johnny Hallyday. El roquero galo, el equivalente a nuestro Miguel Ríos pero con menos dignidad y un más amplio historial de novias rubias cada vez más jóvenes. El pasado verano Ana no salía de su asombro cuando en un camping descubrió la pasión con la que los veraneantes cantaban sus canciones y las de otros cantantes que pueblan el corazón de nuestros vecinos y desde entonces no hace más que insistirme para que lo cuente. Pues bien Ana, ya tienes tu entrada. Creo que la próxima vez si quiero ganar público tendré que hacerle más caso a Pedro.

lunes, 13 de febrero de 2012

Eric Rohmer: Cuentos de las cuatro estaciones

Lo reconozco: Yo fui un adolescente pretencioso. Creía que para escribir bien había que ser muy barroco y junto con un amigo copiamos la idea de La academia de los sobrevalorados: Un club selecto integrado por  todo tipo de artistas que según el personaje de Diane Keaton en la película Manhattan de Woody Allen, habían adquirido una fama a todas luces desmerecida. Alvin Singer, el personaje encarnado por el genial director, se horrorizaba por la nómina de escritores, pintores y cineastas que la integraban y escandalizado respondía: Pues a mí me parecen todos ellos maravillosos.
El adolescente que fui incluía en su particular Academia de los sobrevalorados a Eric Rohmer. Por una sencilla razón: No le entendía. Y como no hay nada más atrevido que la ignorancia, allí confiné al pobre Rohmer cuando tras ver una película suya no me enteré de nada.
Años después me enamoré de sus películas y una de las enseñanzas que he aprendido visionando sus películas es el valor de la sencillez. Nada es más difícil que la aparente sencillez. Cuando dos personajes dialogan y sus diálogos en pantalla no parecen impostados, detrás de ese texto hay todo un ejercicio consciente de autocontención y un conocimiento profundo de cómo habla la gente de verdad y no los personajes de una ficción.

Me he comprado una caja que incluye las cuatro películas de los Cuentos de las cuatro estaciones y ayer vi Cuento de verano. Alguna de ellas la tenía en el difunto VHS y otras las había visto pero no tenía una copia. Disfruté de los maravillosos diálogos que mantienen los cuatro protagonistas sin cesar mientras analizan las relaciones amorosas y el protagonista Gaspard decide con cuál de las tres chicas que durante sus vacaciones se han enamorado de él se va a ir. La cámara de Rohmer sigue constantemente a los personajes mientras hablan y caminan y nos muestra de paso la preciosa costa Bretona de Saint-Malo. Sin música incidental que moleste a la palabra y con unos actores en estado de gracia que desprenden tanta naturalidad que parecen no actuar, la película demuestra como Rohmer se mantuvo fiel a sí mismo toda su carrera y sin caer ni en modas ni maniqueísmos contó lo que quería contar: cine de sentimientos, de análisis de las relaciones sociales y del azar.

Disfrutadlo como es obligado en versión original, el doblaje del cine no demasiado comercial suele ser abominable y es una lástima no escuchar el francés melodioso de sus protagonistas.
Para acabar una filmografía selecta de Eric Rohmer para quien se acerque por primera vez a este gran autor:
Mi noche con Maud
La rodilla de Clara
Pauline en la playa
Cuentos de verano, otoño, primavera e invierno